La magnitud, duración y severidad de una sequía se consideran relativos,
you que sus efectos están directamente relacionados con las actividades humanas.
Las sequías se clasifican de acuerdo a la temperatura, a la evaporación,
a la transpiración,
a la precipitación, a la escorrentía y a la humedad de una zona determinada.
Para cuantificar una sequía se usa normalmente el Índice Estandarizado de
Precipitación o bien el Índice de Severidad de Sequía de Palmer.
El índice de Palmer consiste en un balance hídrico
entre la precipitación y la humedad del suelo
contemplando la evaporación y la recarga del subsuelo y el escurrimiento.
El pindice de Palmer clasifica la sequía en tres categorías, severa,
moderada y suave.
El Monitor de Sequía de América del Norte
maneja las siguientes escalas de intensidad de sequía.
Anormalmente seco, sequía moderada,
sequía severa, sequía extrema y sequía excepcional.
Esta clasificación se basa en la obtención e interpretación de diversos índices
o indicadores de sequía, como por ejemplo el índice estandarizado de precipitación,
anomalías de lluvia o anomalías de temperatura, entre otros.
En síntesis, la sequía es uno de los peligros más devastadores,
paraliza la producción de alimentos, agota los pastizales, perturba los mercados,
y en los casos más extremos provoca la muerte de animales y personas.
La sequía puede también dar lugar a un aumento
en la migración de las poblaciones de las zonas rurales a las zonas urbanas,
lo que supone una necesidad adicional para la producción decreciente de alimentos.