El dolor tiene un importante impacto en nuestra calidad de vida y, especialmente, en un aspecto crucial, el sueño. De hecho, los trastornos son más frecuentes de sueño, cuanto mayor sea la intensidad de dolor experimentada. De hecho, se produce lo que se conoce como un círculo vicioso entre dolor y calidad de sueño. El sueño es imprescindible, es una necesidad biológica porque nos está ayudando a recuperarnos del desgaste producido durante nuestro estado de despiertos y, por tanto, necesitamos el descanso para reparar nuestros tejidos, y mejorar nuestra funcionalidad física y emocional. De hecho, los trastornos de sueño son muy habituales en la población general, especialmente con el caso del insomnio. Pero, en el caso del dolor, tiene una gran capacidad de interferir en la calidad de nuestro sueño. De ahí, lo relevante de que mejoremos las condiciones para que nuestro sueño sea de calidad en la medida de lo posible. ¿Por qué necesitamos dormir? Básicamente, porque alternamos períodos de actividad y descanso para reparar nuestros tejidos y recuperarnos de ese desgaste que hemos tenido, físico y emocional, durante el día en ese estado de vigilia. Y, además, pasamos más de un tercio de nuestra vida durmiendo, de ahí la importancia que tengamos un sueño reparador. ¿Y cuántas horas es necesario? Depende de muchos factores, entre ellos, la edad, porque dependiendo de la etapa de vida podemos dormir más o menos, también por nuestro estado de salud físico y emocional. El tiempo de sueño necesario sería aquel que sea el adecuado en cada persona para que, cuando nos despertemos, tengamos la percepción que hemos descansado, que no sentimos fatiga, y que podemos continuar nuestro día a día sin sentir somnolencia. Pero, ¿qué es el sueño? Según un grupo de expertos en sueño, el sueño sería un estado de reposo caracterizado por una baja actividad fisiológica, que tiene una función directa en el mantenimiento de la homeostasis, es decir, de la estabilidad corporal, y es un factor fundamental que influye en la salud, en la conservación de la energía, y puede verse afectado por varios factores, entre ellos, la enfermedad. ¿Qué fases tiene el sueño? El sueño tiene diferentes fases como, por ejemplo, la REM, en la que se produce el sueño profundo pero activo. Principalmente, podemos soñar en esta fase y, a la vez, se produce el movimiento involuntario de los globos oculares. Y luego tendríamos la fase NREM que se subdivide, a su vez, en otras fases. La primera fase sería el paso de la vigilia al sueño profundo, la fase dos, que es la mayor parte del sueño ligero y, por último, las fases tres y cuatro, donde alcanzamos el sueño más profundo y reparador, y es cuando tenemos esa percepción que hemos descansado adecuadamente. Durante el sueño vamos alternando las diferentes fases como si se tratara de un ciclo. Y se producen cambios en nuestro organismo importantes, en primer lugar, la relajación de los músculos, la disminución de la tensión arterial, también, el ritmo del corazón, de la respiración e, incluso, baja la temperatura corporal. Y, ¿qué cambios se producen en el sueño con la edad? Básicamente, la edad es uno de los factores que más influyen en la cantidad de sueño. Las personas mayores, con el paso del tiempo, requieren cada vez menos horas de sueño durante el día, básicamente por, quizás, la pérdida de la melatonina, y pasan, quizás, diferentes horas de sueño, pero menos de sueño profundo y más de sueño ligero. Y es por eso que se despiertan más por la noche, permanecen más tiempo despiertas en la cama porque les cuesta más dormirse, o se despiertan antes, o necesitan ir realizando pequeñas cabezadas durante el día para recuperarse un poco más. Por ejemplo, cuando éramos bebés, podíamos llegar a dormir entre 15, 16 horas al día, y cuando somos adultos dormimos una media de siete, ocho horas. Y, así, con la edad vamos perdiendo horas de sueño durante el día. ¿Cuáles son los problemas habituales de trastornos de sueño en la población general? Básicamente se trataría del insomnio, de la apnea del sueño, también tendríamos las pesadillas, los terrores nocturnos, el sonambulismo y también la narcolepsia. Además, pueden existir otro tipo de factores que pueden incidir, directamente, en la calidad de nuestro sueño. Por ejemplo, los estilos de vida. El llevar un tipo de vida muy sedentario, con poca actividad física regular, puede afectarnos. También la alimentación, por exceso o por defecto, tenemos que llevar una alimentación lo más equilibrada y saludable posible. Las condiciones de salud, el padecer una serie de problemas de salud, ya sean de tipo respiratorio o cardiovascular, endocrino o, incluso, el propio dolor puede afectar la calidad de nuestro descanso. También los propios medicamentos pueden afectar a la calidad de nuestro sueño. Por ejemplo, en el caso de ciertos analgésicos como, fundamentalmente, los opiáceos que afectan a la estructura general de nuestro sueño y que pueden provocar que, finalmente, la calidad del sueño no sea la adecuada. Por eso, es importante que intentemos no automedicarnos y que sigamos la prescripción que nos ha marcado nuestro profesional de salud. La ingesta de excitantes también puede alterar la calidad de nuestro sueño, el consumo demasiado excesivo de café o té puede alterarnos, también el consumo de otras sustancias, como el tabaco o el alcohol que, aparte de perjudicar nuestra salud, afecta a la calidad del descanso. Y, finalmente, el entorno. En ocasiones, no vigilamos las condiciones en las que vamos a dormir, de manera que las habitaciones no están adecuadamente preparadas para nuestro propio descanso, con colchones adecuados, con la luminosidad adecuada, o la temperatura que favorezca que podamos descansar adecuadamente. Uno de los trastornos más habituales que mencionábamos anteriormente, es el insomnio. Éste se define como un trastorno que afecta a la cantidad y calidad del sueño, y que tiene un importante impacto en la vida diaria. El insomnio puede ser clasificado en función del tipo, tenemos el tipo primario que no puede ser relacionado con ninguna causa adicional, y luego tenemos el secundario, que estaría asociado a una causa, ya sea una enfermedad, algún tipo de medicación que se esté utilizando o el consumo de algún tipo de substancia, también problemas emocionales, o situaciones familiares o, incluso, del entorno o ambientales, que afectan al sueño. Por otro lado, estaría la siguiente clasificación que sería la duración. Podemos tener insomnio menos de una semana, y que produce un bajo impacto en la vida diaria, casi que no es significativo. Tendríamos luego el insomnio de corta duración, que sería inferior a cuatro semanas, y aquí sí que empieza a verse afectado el día a día, ya sea porque produce malestar, sensación de fatiga, cansancio, irritabilidad. Y luego, tendríamos el de larga duración, que ya es superior a cuatro semanas y que afecta de manera muy descriptible la actividad de vida diaria. Según el momento de la noche, es otra de las clasificaciones que se puede hacer del insomnio. Puede ser, en primer lugar, de conciliación, es decir, que tengamos problemas para inducir el sueño; en segundo lugar, de conservación o de mantenimiento, es decir, que podemos tener diferentes despertares espontáneos y luego tengamos dificultad para volver a dormir; y luego, tenemos el despertar precoz que significa que nos despertamos antes del momento que, inicialmente, queríamos despertarnos y, además, tenemos dificultad para volver a dormirnos. El diagnóstico de este tipo de trastornos es importante que la realice nuestro profesional de la salud, principalmente, porque tiene las herramientas para ayudar a definir cuál es el problema y evaluarlo adecuadamente. Y, por otro lado, nos puede ayudar a saber si es necesario, o no, realizar una serie de tratamientos específicos para hacer un abordaje importante, no sólo del problema de sueño, sino también de los problemas asociados, como puede ser el hecho de que suframos dolor y, por culpa de eso, la calidad de nuestro sueño se vea afectada. Nuestro profesional nos va a identificar si no es mejor, en un primer momento, realizar una serie de cambios en la manera en que hacemos nuestra higiene del sueño. Es decir, qué medidas o pautas tenemos que introducir para descansar adecuadamente y, en todo caso, si ve que es necesario introducir algún tipo de tratamiento farmacológico. Lo que es importante es que se evalúe cuándo es necesario realizar este tipo de tratamientos. Porque, precisamente, el abordaje del sueño se realiza a través de los hipnóticos y tienen importantes efectos secundarios. De ahí, la necesidad que primero miremos la higiene del sueño, si se está haciendo de manera adecuada y, posteriormente, se evalúe cuándo es necesario introducir los tratamientos en caso que sí, y qué medidas podemos introducir en nuestra vida diaria para reducir el riesgo de desarrollar un trastorno de sueño o, al menos, paliarlo. Realmente, la higiene del sueño es el abordaje más adecuado, a través de una serie de medidas y hábitos que nos van a ayudar a mejorar y a prevenir la aparición de los trastornos de sueño. En primer lugar, es importante evitar los excitantes, como comentábamos anteriormente, cafés, tés, y reducir el consumo de alcohol y el tabaco que nos perjudican el sueño y la salud. En segundo lugar, es importante cenar dos o tres horas antes de irnos a dormir y evitando el consumo de alimentos grasos o muy pesados, que alteren nuestro sistema digestivo o lo irriten. Por otro lado, también, si tomamos algún tipo de diurético, es mejor realizarlo por la mañana para evitar tener que ir a orinar durante la noche. También es importante practicar actividad física, como hemos comentado anteriormente. Y, especialmente, si antes de dormir se puede hacer algún tipo de paseo relajante y descansado, es muchísimo mejor para inducir el sueño. También la exposición a la luz solar es muy beneficiosa para los ritmos circadianos y poder establecer esos ritmos de luz, de sol y noche, que ayudan tanto al descanso. También, mantener unos horarios fijos. Las rutinas son fundamentales para inducir el sueño. También existe la falsa creencia que realizar pequeños sueños durante el día, en forma de cabezadas o siestas, son negativos y, de hecho, es todo lo contrario. Cuanto más descansados lleguemos por la noche, mejor será el sueño final. También, usar una habitación para dormir que sea exclusivamente para dormir, que no la utilicemos para otro tipo de actividades, ni para ver la tele, ni para realizar otro tipo de trabajos, como el uso del ordenador, etcétera. Y también tenemos que mantener un espacio que sea confortable, con una luz adecuada, tranquila, con pocos ruidos en el entorno y una temperatura muy adecuada. También, utilizar un colchón que sea confortable y unos almohadones también adecuados, y con una ropa de cama que esté limpia y que tenga un buen olor. También podemos utilizar, precisamente, olores agradables en nuestra habitación, por ejemplo, la lavanda ayuda a la conciliación del sueño. También tenemos que asegurarnos que nuestro hogar esté seguro, porque la percepción de seguridad es importante para que nos vayamos a descansar tranquilamente. También, si nos damos cuenta que si tras 15, 20 minutos en la cama, no podemos dormirnos, podemos levantarnos, no encender la tele y realizar algún tipo de actividad que sea tranquilo, como leer o escuchar música y, pasados, transcurridos, diez, 15 minutos, podemos volver a intentar ir a dormir. Y, si volvemos a ver que no hay manera de dormirse, volvemos a levantarnos y estamos 15, 20 minutos más. Así, hasta que logremos descansar. Lo peor que podemos hacer es encender la tele porque, al final, nos despertaremos del todo. También es importante buscar ayuda de un profesional. Cuando vemos que todas estas medidas no han funcionado y no logramos mejorar nuestro sueño, es importante que acudamos a ese profesional para que valore nuestra situación y defina qué tipo de problema tenemos. Pueden haber otro tipo de intervenciones, no sólo farmacológicas, también hay intervenciones terapéuticas y grupales que pueden ser de ayuda para realizar un abordaje adecuado de nuestro trastorno del sueño. Especialmente cuando está relacionado con el dolor, porque el primer abordaje es reducir el dolor que sentimos y percibimos, y que altera nuestro sueño.